Devocional

De un desastre a una obra restaurada

obra restaurada

Hace unos meses les compartí sobre mi pasión por hornear; y como la he dejado un poco descuidada. (Puedes leer la historia aquí.) Y como me comprometí a rebasar mis excusas, y ciertamente tomé mi delantal, y puse manos a la obra. Realice el diseño del pastel especial para celebrar el primer año de nuestra hermosa. Y comenzó el proceso de hornear y decorar; con lo que no contaba era que Dios continuaría obrando en mi vida.

Preparar los ingredientes y empezar a seguir la receta me hizo sentir tan natural en la cocina, como si nunca me hubiese detenido de hornear. Las primeras tortas van al horno y solo quedaba esperar; esperar a que pasaran 25 minutos y hacer la prueba y que el resultado fuese exitoso. ¡Beep! Torta numero 1 lista; torta numero 2 algo no se ve bien, en cuestión de unos minutos el centro de la torta colapso… por completo. Y con él colapso mi corazón… “pero debo seguir mañana necesito un pastel para la fiesta.” 

Próximas tortas al horno con esperanza de que salgan mejor; esperar nuevamente pensando que podré hacer para resolver la situación. ¡Beep! “Que alivio estos se ven perfectos.” Ahora si de regreso al plan con un poco más de trabajo, pero todo estará bien tendremos un pastel para la fiesta. Al desmoldar una de las segundas tortas, una cuarta parte se quedó pegada al molde, y en un instante volví a un estado de emergencia, y ahora que opción me quedaba; ¿hacer “cake pops”?

Los dejé por un momento y salí de la cocina, llevé a los niños a dormir. Al regresar y ver una torta colapsada y la otra rota tuve que concluir con hacer lo mejor que pudiera; al fin y al cabo, es un pastel hecho en casa. Y otra vez tuve que batallar con las excusas para no hornear más a menudo y recordarme las verdades en Gálatas 5. Respiré profundo, me ajusté el delantal y manos a la obra; otra vez.

Comenzó el proceso de montar, reparar y decorar esas tortas imperfectas que tenía en mis manos, me tomo más trabajo de lo que recuerdo era normal, pero empezó a tomar forma. Estaba tan concentrada que no me di cuenta que mi mamá (quien había presenciado todo el desastre) había regresado, hasta que me pregunto: “¿Qué hiciste? ¿Cómo lo arreglaste?” No entendía su pregunta, pero al alejarme del pastel, entendí a lo que se refería; no se notaba ningún desperfecto de las tortas. Si no las hubiese visto antes, no podría identificar sus imperfecciones. (Disculpen que no le tome fotos en medio de la crisis.) 

Cobré más ánimo y seguí con la próxima torta; mientras intentaba nuevamente reparar y se quebraba más; Dios hizo lo que más me gusta de nuestra relación, interrumpió mi cotidianidad. Allí con espátula en mano, una montaña de “buttercream” y un pastel en pedazos… ¡VÍ MI VIDA! Mi vida en pedazos, en los momentos que pierdo el control; en que veo que las situaciones no mejoraran; cuando la lista de tareas por hacer no acaba; cuando tengo que tomar decisiones que afectaran el futuro de mis hijos; exhausta pero aun así preparándome para servir a otros; vi mi vida hecha un desastre.

cake

Dios nos creó con un diseño perfecto (así como mi receta, que me ha funcionado en múltiples ocasiones) para cumplir su propósito en esta tierra de glorificarle. Nosotros afectados por el pecado terminamos quebrados, rotos, imperfectos sin aparente remedio de cumplir nuestro diseño. Al seguir trabajando con el pastel recordé varias de las ocasiones en la que Dios por su Espíritu pasó tiempo poniendo mi vida en orden, uniendo mis pedazos y quitando lo que estaba demás. Recordé las palabras del Señor por medio del profeta Jeremías: Tal como el barro en manos del alfarero, así son ustedes en Mi mano. (18:6) Después de varias horas de trabajo, este fue el resultado final.  

Aún veo la foto y no dejo de sorprenderme de como nadie sabría todo lo que había ocurrido con el pastel si no les contaba. En la fiesta alagaron el diseño y el sabor del pastel y la mayoría de las personas allí presentes aún no tienen ni idea del desastre que llego a ser; ni de las veces que estuvo a punto de perder su diseño. Así nuestras vidas mientras otros nos ven de lejos podrían pensar que nuestra vida es perfecta o sin problemas, por lo que debemos ser vulnerables y transparentes con nuestros “desastres” para poder edificarles en la fe; para dejarles ver y saber cuan poderoso es nuestro Dios; quien nos ha creado, salvado y nos restaura.

No sé en que etapa de tu vida te encuentres si aún no has salido del horno, tu fe aún no está firme en la obra de Cristo; o quizás acabas de salir del horno, nacer de

nuevo; o ya estas saliendo del molde y te estas quebrando, identificando las batallas con tu pecado; o sí ya han trabajado más contigo y estas comenzando a parecerte al diseño del Creador. Sin importar en que etapa te encuentres te comparto lo que aprendí mientras decoraba este pastel:  

  1. Creceremos y maduraremos, pero no alcanzaremos la perfección en este lado de la eternidad; pero, mientras seguimos buscando cumplir nuestro propósito de Glorificar a Dios. (Filipenses 3:12-14)
  2. En su misericordia Dios no deja de trabajar en su creación o sea en nosotras; el Espíritu Santo continua la renovación de nuestra vida. (Tito 3:4-6; Romanos 8:26)
  3. Sigamos el ejemplo de los Salmistas, no olvidemos los quebrantos que hemos tenido y utilicémoslos para alabar la misericordia de Dios y para edificar a aquellas que están en medio de su restauración.
  4. Cuando te encuentres con una mujer, que lleva más tiempo fuera del horno, y pienses que su vida es perfecta; acércate un poco más para que conozcas su historia y puedan juntas ver la obra de Dios y exhortarse mutuamente.
  5. Al ver tu vida hecha un desastre y quebrantada; recuerda que Dios por medio de la obra de Jesús, es quien obra en ti para que llegues a ser según su diseño. (1 Corintios 1:29-31)

Antes de cerrar esta publicación, mira nuevamente la foto del pastel terminado y trata de imaginar lo quebrantado que estaba; ahora mira tu vida. ¿Está hecha un desastre? Descansa en la obra restauradora de Dios en tu vida, y exclama: ¡Pero ahora, oh Señor, Tú eres nuestro Padre, Nosotros el barro, y Tú nuestro alfarero; Obra de Tus Manos somos todos nosotros!” (Isaías 64:8)

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