Devocional

¿Sabes lo que buscas? – Juan 20:11-18

Fondo: mujer bajándose los espejuelos. Título: ¿Såbes lo que buscas? Juan 20:11-18

Juan 20:11-18, es uno de los pasajes sobre la Resurrección y mientras me preparaba para enseñarle el mismo a los niños de mi iglesia local, recordaba cómo enseñaba a mis estudiantes en la universidad.

Como bibliotecaria, mientras guiaba a mis estudiantes en los procesos de investigación les recalcaba, una y otra vez, la importancia de saber lo que buscaban.

Les recalcaba que podían pasar horas en el internet o en las bases de datos y “no encontrar nada.” La principal razón para esto es por qué no sabían lo que estaban buscando.

Podían tener las mejores intenciones, pero no podían encontrar nada porque no sabían qué buscaban. Esto me lleva a recordar el dicho que utilizamos en Puerto Rico: “vas al mar y no encuentras arena.”

Juan 20:11-18

Esa fue la frase que me llego a la mente mientras meditaba en este pasaje sobre la Resurrección cuando María Magdalena se encuentra con la tumba vacía.

Al comienzo del capítulo vemos que María Magdalena llega al sepulcro, ve la piedra quitada, llama a los discípulos quienes confirman que el cuerpo de Jesús, el Señor, no está en la tumba.

Pero María estaba fuera, llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó y miró dentro del sepulcro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados dónde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. «Mujer, ¿por qué lloras?», le preguntaron. «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto», les contestó ella.

Juan 20:11-13

Los discípulos se regresan, pero María se queda llorando junto al sepulcro (v. 11) y comienza su conversación con los ángeles en la que les expresa su dolor y su gran preocupación de no saber dónde está el cuerpo de su Señor, aquello que ella ha estado buscando.

Al decir esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. «Mujer, ¿por qué lloras?», le dijo Jesús. «¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: «Señor, si usted lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo me lo llevaré». «¡María!», le dijo Jesús. Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: «¡Raboní!» (que quiere decir Maestro).

Juan 20:14-16

Ahora, quiero que pensemos en algunos de los detalles, María vio a Jesús, pero no lo reconoció. ¿María Magdalena no reconoció a Jesús?

En los evangelios vemos que se le menciona como una de las mujeres que estuvo cerca de Jesús, por lo que podemos suponer que debía conocerle bien y que sería obvio que le reconociera.

¿Quizás el llanto le nublo la vista o la luz no era la mejor? No sabemos con certeza por qué, pero esto me llevo a reflexionar en las tantas veces que busco algo en una gaveta de mi escritorio y no encuentro lo que busco, porque mi vista está nublada, ya sea por la prisa o por la desesperación.

Luego, Jesús le habla y le pregunta: ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? María, aún envuelta en su angustia, contesta la pregunta con la prisa de conseguir la respuesta que necesita dónde está el cuerpo de su Señor.

Jesús pacientemente le responde: ¡María! Así, como un llamado a reaccionar a despertar de su preocupación, ella se vuelve, lo mira, lo reconoce y exclama: ¡Raboní! (Maestro).

Después de conversar con Jesús, regresa María probablemente con más prisa que la primera vez y les dice a los discípulos: ¡He visto al Señor! (v. 18)

María fue al sepulcro buscando al Señor, la sorpresa, lo inesperado, el dolor, la angustia, la preocupación nubló su vista y no encontró lo que buscaba el cuerpo muerto del Señor.

Foto: Computadora portátil abierta junto a una planta y espejuelos. Texto: ¿sabes lo que buscas? Juan 20:11-18

Pero al igual que mis estudiantes que no encontraban la información necesaria porque no estaban seguros de lo que buscaban; María fue a buscar el cuerpo inerte del Señor, cuando debía estar buscando el cuerpo resucitado del Señor.

¿Sabes lo que buscas?

¿Cuántas veces buscamos al Señor o una respuesta del Señor y no la encontramos? Para luego darnos cuenta de que la respuesta estaba al frente de nosotros, pero no sabíamos lo que buscábamos.

Muchas veces tenemos una idea de cómo el Señor debe responder nuestras oraciones, de lo que mejor nos conviene, de lo que debería pasar y no lo “encontramos”, cuando la realidad es que no sabemos lo que buscamos.

En medio de la angustia, el dolor, la preocupación, la incertidumbre, el llanto, la desesperación, e incluso en medio del gozo, procuremos saber lo que buscamos, al Señor resucitado y su voluntad para nuestra vida (la cual conocemos por medio de la Biblia).

María fue al sepulcro buscando un cuerpo y salió habiendo encontrado esperanza.

Cuando te acercas en oración al Señor, ¿sabes lo que buscas?

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Si eres como yo, seguramente vas buscando soluciones, planes y respuestas; y podemos hasta caer en el error de pensar que el Señor no nos escucha o no nos contesta.

No vayamos al mar y no encontremos arena; vayamos en oración y dejemos que seamos confrontadas como María y salgamos habiendo encontrado esperanza, consuelo y paz.

Que podamos decir igual que ella: ¡He visto al Señor! ¡El Señor ha escuchado mi oración!

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