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Nadie los defraude de su premio: Estudio de Colosenses 2:8-23

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Los colosenses están permitiendo ser engañados en cuanto al premio que han recibido. Anteriormente, hemos estudiado como Pablo le recalca a los colosenses la importancia de conocer, creer y mantenernos arraigadas en los fundamentos de la Palabra de Verdad, el Evangelio. En esta ocasión veremos la advertencia sobre los principios elementales del mundo.

En el versículo 8 comienza diciendo: “miren que nadie los haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo.” 

Nuevamente, resume la importancia y las implicaciones de la obra redentora de Cristo (v. 8-15) que menciono en el capítulo anterior:

  • En Él habita toda la plenitud de Dios
  • Él es la cabeza
  • Cristo canceló nuestra deuda
  • En Él somos muertos y resucitados por el poder de Dios.

Resucitadas con Él

Quiero enfocarme en el versículo 12 y 13; estábamos muertos en nuestros delitos y en nuestros pecados; lo cuales fueron perdonados por la muerte de Cristo, así morimos también al pecado. Pero no solo esto, sino que, así como Él fue resucitado, nosotras somos resucitadas con Él por la fe. 

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Cuando creemos en el poder de Dios que sostuvo a Cristo en medio de la cruz y le resucitó, recibimos ese mismo poder para morir a nuestro pecado y vivir una vida como resucitadas en Él.

Es mucho más fácil escribir o leer esto que vivirlo en nuestro día a día; pero a través de los años, mientras más me convenzo y más me asombro de la naturaleza de Cristo, más puedo comprender la magnitud de su sacrificio y más anhelo vivir para su gloria; más quiero disfrutar de lo que ya el pago para mí.

Es mi oración por ti que lees esto, que mientras estudiamos su Palabra seamos más asombradas por la obra de Cristo a nuestro favor. 

Nadie los defraude de su premio

En el artículo La Naturaleza de Cristo, hablamos de aquellos cheques promocionales que parecen ciertos, pero son un engaño. En esta ocasión piensa en el cheque de ingresos de tu familia, ya sea de tu trabajo, de tu esposo o ambos sabes que ese cheque o depósito es legítimo, es verdadero, han trabajado para obtenerlo.

¿Permitirías que cualquier persona te diga que aún ese dinero no es tuyo? ¿Le creerías a aquel que te diga que necesitas trabajar una semana más para poder utilizar ese dinero? Lo dudo mucho, una vez que han trabajado arduamente y el cheque ya está firmado o el depósito van en camino, es tuyo; ya ganaste el premio. No hay nada más que hacer.

En el versículo 18 Pablo les advierte a los colosenses: nadie los defraude de su premio. Les está diciendo, Cristo gano el premio, redención y justificación, por ustedes, y lo han recibido por la fe. No se dejen engañar, no hay nada más que tengan que hacer para obtener el premio, para vencer el pecado.

Fácilmente, podemos pensar que los colosenses eran débiles en su fe por dejarse engañar de aquellos maestros que sutilmente desviaban su mirada de Cristo. ¿Pero qué tal tú? ¿Qué tal yo?

Muchas veces más de las que nos gustaría admitir, quitamos nuestros ojos de Cristo y el poder de su obra redentora; para fijarnos en acciones humanas que nos hagan sentir que estamos avanzando o que lleven a otros a pensar que estamos alcanzando el premio.

El premio es nuestro

Pablo menciona algunas de las cosas que estaban desviando a los colosenses en el versículo 18. Lo que nos debemos preguntar es: ¿cuáles son algunas de las cosas que nos están desviando a nosotras? ¿Qué cosas otras personas nos han llevado a creer que necesitamos hacer para agradar a Dios y obtener nuestro premio?

Pablo llama a los colosenses a ser parte del cuerpo asido, a la Cabeza, a Cristo, para que podamos crecer como Dios ya ha planificado. No estamos diciendo que nuestra vida será igual a como era antes de conocer el evangelio; y en el capítulo 3 veremos exhortaciones muy prácticas; pero el premio (la redención y justificación) ya nos ha sido dado por Cristo. A eso no podemos aportar nada más. 

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Carecen de valor contra la carne

En el versículo 23 Pablo les dice: estas cosas pueden escucharse como llenas de sabiduría en la religión humana; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne. Todas las acciones que podamos hacer por más apariencia de piedad que tengan; no nos sirven de nada para pelear contra nuestro pecado. “No manipules, no gustes, no toques” (v. 21) ¿qué otras cosas añadirías a esta lista? 

No estamos hablando de no practicar nuestras disciplinas espirituales o de no refrenarnos de aquellas cosas que nos hacen daño o a aquellos a nuestro alrededor. Pablo quiere que seamos conscientes de aquellas cosas que hacemos para aparentar piedad; pero que sabemos muy bien que no nos ayudan en nada en matar el pecado en nuestra vida.

Quizás estés pensando en personas que viven en legalismo extremo y pienses lo mismo que podemos pensar de los colosenses, que débiles son para dejarse engañar. 

Saquemos un tiempo para orar y sincerar nuestras acciones y nuestro corazón. ¿Qué cosas hacemos pensando que nos van a ayudar a ganar el favor de Dios para nosotras o para nuestras familias? Planes, hábitos, estrategias, abstinencias, obras, etc.

Reflexionemos un poco: ¿Qué le decimos a otros que tienen que hacer para ganar el favor de Dios? ¿Los estamos guiando a poner su fe en la obra redentora de Cristo? ¿O los estamos defraudando de su premio? Oremos que el Señor nos ayude y tenga misericordia de nosotras.

Conclusión

Quiero cerrar con esto y espero que lo puedas recordar todos los días, especialmente cuando el enemigo venga a acusarte en tu debilidad. Lo único que necesitamos para batallar en contra de los apetitos de nuestra carne es creer que la obra de Cristo en la cruz es suficiente para el perdón y la mortificación de nuestros pecados.

Es por la fe que somos resucitadas con Él, es por la fe que recibimos el premio de la redención, es por Él que podemos triunfar. (v. 15) 

Escribo esto un domingo en la tarde, luego de en la mañana cantar junto a mis hermanos: “Al que el hijo hace libre, es LIBRE en verdad.” Que nada, ni nadie, nos defraude del premio que el Hijo ya ha obtenido para nosotras.

Vivamos como que tenemos el arma correcta contra nuestro pecado. Andemos como libres en verdad, con la seguridad de que ya el premio es nuestro, vivamos como resucitadas en Él.

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